domingo, 28 de octubre de 2012

Don Albino, el cura bueno Oficia en Cenero, Porceyo, Ruedes y La Pedrera, da misa en La Asunción y cría terneros en su tiempo libre


Don Albino, el cura bueno

Oficia en Cenero, Porceyo, Ruedes y La Pedrera, da misa en La Asunción y cría terneros en su tiempo libre
POR ADRIÁN AUSÍN |

Seguramente habrá curas buenos y malos, como hay albañiles, arquitectos, periodistas o camareros buenos y malos en su profesión. Esa batalla, Albino Laruelo la tiene ganada de antemano. Basta mirarle a los ojos para descubrir la bondad en su mirada (no exenta, eso sí, de unas dosis de picardía). Basta escucharle en el púlpito, en una misa, una boda o un funeral, para recepcionar fácilmente la calidez que transmite. Don Albino, el cura de Cenero desde el 25 de septiembre de 1978, lleva 33 años, la edad de Cristo, desarrollando su oficio de pastor de la Iglesia en los 16 núcleos rurales de su querida abadía de 24 kilómetros cuadrados (Sotiello, Trubia, Bateao, Carbaínos...), a los que con el tiempo se han sumado Porceyo, La Pedrera y Ruedes. Cuatro parroquias, por tanto, para este pequeño gran hombre de 67 años que se confiesa feliz en un entorno rural donde quiere a la gente y se siente querido a partes iguales. «Soy un cura con mucha suerte», concede.
¿Cómo empezó todo? Albino, quinto de once hermanos, nació en Vega de Poja (Siero) en una familia con hondas creencias religiosas. Esto le empujó a ser monaguillo durante varios años. El párroco, don Claudio, vio que «había madera» y él, animado por su entorno, se sumó a la causa. En 1957 ingresó en el Seminario de Covadonga. Dos años después fue al de Oviedo. Una vez ordenado sacerdote, su primer destino fue Calleras y Fascias, dos pueblos de Tineo. Luego le añadieron San Fructuoso y Santa Eulalia de Niño, en el mismo ámbito. De ahí se fue a Sariego. Y de sus tres años en Sariego a Cenero. Treinta y tres años después de su llegada a la abadía, don Albino se ha convertido en parte esencial de esta comunidad.
Don Albino, el cura bueno
De campamento
A los oficios religiosos en una basta extensión, suma las misas de apoyo que da en La Asunción, las catequesis, las reuniones con Cáritas, la dirección de una hoja parroquial y la buena marcha del club La Amistad, con sus actividades culturales, deportivas y recreativas. Muestra especial orgullo de los tres campamentos veraniegos en Valdevimbre (dos juveniles y un tercero para mayores), adonde la abadía trasladó las instalaciones de un colegio desmontado en Tremañes.
A toda esa tarea sacerdotal, suma don Albino un cebadero de terneros que explota en la propia finca rectoral. «Todo empezó por casualidad. En Tineo conviví con un perito agrícola, le acompañaba a dar charlas a los pueblos para enseñar cómo mejorar las explotaciones y cuando me vino a ver a la abadía me dijo: 'Cura, no tienes vergüenza. Tienes que meter aquí ganado'». Las instalaciones ya existían. Empezó con una pareja de terneros y hoy tiene «40 ó 50». Los compra con cinco meses y los vende con un año. Esto le reporta entretenimiento, conocimiento del medio en el que vive y «una libertad económica» que le permite convidar a sus parroquianos. Esa es, según confiesa, su mayor afición. «Al atardecer, reunirme en un barín de Sotiello con un grupo de gente y tomar un vino me encanta. Y los viernes, nos juntamos 15 ó 20 a cenar en el centro social de Trubia. Es un momento muy bonito en el que la gente habla con mucha tranquilidad de la historia, de los orígenes, de esas referencias que no deberían desaparecer», como el tejo que acompaña a la abadía desde hace más de dos siglos. Don Albino nota que los niños están perdiendo esas señas de identidad. Y lucha contra ello.
Así, al grupo al que prepara para la confirmación le inicia en el valor ancestral de su abadía, levantada en 1260 sobre una anterior y que él conoce al detalle, así como en el rico patrimonio que les rodea, «sobre el que existe mucha memoria histórica escrita». Les habla de la abadía, del texu, de las dos torres medievales de Trubia, de la villa romana de Veranes o de la villa de Beloño aún sin excavar. Esa función, complementaria a la religiosa, de luchar por que los jóvenes no pierdan la identidad de sus pueblos le motiva tanto a don Albino que le hace resumir: «Parezco una pita con los pitinos». Que sea por muchos años.

FUENTE:ELCOMERCIO.ES

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